Alguna
vez leí que en el boxeo, cuando un pugilista ya no puede continuar la pelea, su
entrenador lanza una toalla en el ring para dar a entender que su
representado se declara derrotado.
Cuando
se nos vienen encima duros golpes de la vida, nos sentimos encerrados en un
círculo de aparente soledad, y sentimos inmediatamente la necesidad de “tirar
la toalla” para terminar el juego de la vida.
Felizmente, la misma vida se encarga de ponernos al lado a personas dispuestas, inmediatamente, a romper ese
muro para evitar que abandonemos objetivos. Gente con un gran carisma humano y
amor es la única que está dispuesta a compartir con nosotros esos momentos
difíciles brindándonos, comprensión y apoyo.
Abuelos,
tíos, primos, y más familia, el equipo invencible. Todos traen con su afecto el resurgir de las
fuerzas que hacen falta para seguir adelante. Así me paso a mí:
Era el día 20 desde el nacimiento de mi hija Natalí, cuando llegué a casa de los abuelos. ¡Qué sorpresa! El ambiente tenía un brillo especial. Decoraciones colgaban de la puerta de acceso a casa dando la bienvenida a mi pequeña. Y, en seguida, los apapachos de abuelos no se hicieron esperar. Qué mágica sensación de alivio para el corazón.
Si
describo las atenciones que recibimos mi hija y yo, seguramente, me faltaría
papel para seguir escribiendo. Creo que puedo decirles que fueron las
atenciones de amor a las que los abuelos nos tienen acostumbrados en cualquier
punto del planeta pero…con un extra. Ellos han estado siempre
dispuestos a todo. Han sido mi compañía en todas las terapias, en todos los
médicos, en todas las subidas y bajadas de esta situación de vida. ¡Qué
comienzo para recobrar fuerzas!
No
pasaron más que un par de días para que yo empezara a ver al resto de mi familia en mi casa. Todos con algún detalle para mi recién nacida y con algunas
palabras de fuerza que compartir conmigo.
Desde
la primera mirada a mi hija, cada miembro de la familia asumió un rol.
No faltó un primo o un tío que se ofreciera a llevar a mi hija a terapia mientras yo debía
cumplir con cerrar algún asunto de trabajo. No faltó una llamada telefónica o
un mensaje de texto para preguntar, a menudo, cómo seguía la niña o en qué más se podía ayudar.
También se pusieron a buscar fiestas infantiles a las cuales poder invitarla.
No podía faltar el amor de los abuelos paternos y de otros tíos que, aun estando
lejos de Ecuador, enviaban saludos y ajuares para mi bebé. Resumo la experiencia familiar
vivida como: “fantástica muestra de amor inclusivo”.
Ya tendrán ustedes también sus propias historias de lucha en familia. Mucha suerte, adelante. Incluyo para ustedes un video que explica, acertadamente, cómo jugar los partidos de la vida en familia. Disfrútenlo.
Ya tendrán ustedes también sus propias historias de lucha en familia. Mucha suerte, adelante. Incluyo para ustedes un video que explica, acertadamente, cómo jugar los partidos de la vida en familia. Disfrútenlo.
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