“El
amor no tiene cura, pero es la única medicina para todos males”¸ afirmaba el cantante canadiense Leonard Cohen. Nos
serviremos de esta frase de Cohen para intentar comprender siempre el estrecho vínculo
entre amor, salud y educación. Sin embargo, lo que ahora me preocupa, antes que nada, es la salud física de nuestros bebés con SD.
Viene a mi mente, ahora, la frase más común de los antiguos latinos: “Mente
sana en cuerpo sano”. Sí, qué gran entendimiento tenían ellos sobre la conexión entre salud y desarrollo mental.
Sin embargo, ¿cómo empezar a cuidar, en este sentido, a nuestro recién nacido con Síndrome de Down? ¿Son
la leche y las papillas lo único necesario para el cuidado respectivo en años
iniciales? De ninguna manera.
Me aventuré a ir buscando respuesta a las necesidades de cuidado de mi hija:
Era
el 26 de octubre de 2010, apenas me había despertado yo de la anestesia que me
aplicaron para el parto, cuando recibí en mis brazos momentáneamente a mi niña.
“Señora, ya tengo que llevarme a la recién nacida”, escuché a la doctora decirme.
¿Qué ocurre?”, dije yo.
Natalí
había nacido con un soplo de corazón, ictericia neonatal con nivel alto de
bilirrubina y, como parte de este “cuadro médico”, estaba su condición de Síndrome
de Down. ¡Qué tensos los días después de esta noticia! Mi mente no encontraba descanso ni alivio entonces.
Después
de casi un día y medio de mi paso por la maternidad, mi refugio fue una habitación
del Hospital de Niños Roberto Gilbert. Ni el ambiente pulcro y colorido, ni la atención
amable y profesional de los médicos y enfermeras de ese sitio lograban traer alivio
a mi mente y a mi corazón durante los primeros días. Nos tomó 20 días su recuperación. “! No es posible que un recién
nacido tenga que superar sus primeras batallas desde que nace!”, pensé yo.
Lo
cierto es que ella, al igual que casi todos los niños con o sin Síndrome de Down,
nacen con algún tipo de complicación médica y es necesario atenderlos con
premura para que, una vez sanos, puedan adquirir sus primeras experiencias
positivas de aprendizaje infantil. El síndrome de Down es una condición de
vida, por lo tanto, no podemos utilizar la medicina para ningún propósito curativo.
Sin embargo, como padres, sí podemos identificar aquellas situaciones médicas
que representen un peligro para la salud de nuestro hijo.
Puedo
decir que desde ese día hasta hoy, he tenido la suerte de encontrar en mi
camino a médicos, terapistas y otros especialistas muy profesionales y con alto
sentido de calidad humana. ¡Necesitamos más profesionales así, por favor! Sus
consejos, recetas y visión de la vida logran exitosos resultados de curación casi inmediata
que abrirán el paso a las primeras experiencias educativas.
Después
de tratar cualquier indicio de enfermedad en Natalí desde su nacimiento, he tenido que visitar una larga lista de consultorios de especialistas: otorrinolaringólogos, cardiólogos, pediatras, neurólogos, oftalmólogos, traumatólogos,
fisiatras, dentistas, homeópatas, terapistas sensoriales, ocupacionales, físicos,
de lenguaje, psicólogos, psicopedagogos, etc. Todos ellos abrieron y abren hasta
hoy la puerta que lleva al camino educativo de mi hija.
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